miércoles, 2 de julio de 2014

A los muertos en vida

Aquellos que no saben si existen, porque se cocinan en su propio aceite, por las maldades que hicieron mientras existieron.

A los jefes que actuaron como dictadores, humillando asalariados, a infelices madres de familia y a jóvenes que creyeron encontrar una oportunidad en lo que resultó ser el infierno de un dictador.

A quienes les toca vivir largo tiempo para purgar su pasado.

Aquellos que fueron verdugos y hoy están en la horca del tiempo, sintiendo el apretón, como quien puja para subir la escalera de peldaños eternos.

Aquel que se creyó que era suyo el cargo como eterna su maldad.  Olvidó a Jefferson decir: "Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública".

O quizás mal entendió lo de esclavo y amo, creyendo ser el látigo y la autoridad del castigo.  A él la sentencia de Lincoln: "Del mismo modo que no sería un esclavo, tampoco sería un amo".

O verdugo cuyo reino duró menos que la oportunidad de Cenicienta de ir a la fiesta.  Hoy tu pesadumbre es sempiterna.


Oh maldad del tiempo, por qué castigas tan fuerte a los muertos en vida.

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