Aquellos que no saben si
existen, porque se cocinan en su propio aceite, por las maldades que hicieron
mientras existieron.
A los jefes que actuaron
como dictadores, humillando asalariados, a infelices madres de familia y a
jóvenes que creyeron encontrar una oportunidad en lo que resultó ser el
infierno de un dictador.
A quienes les toca vivir
largo tiempo para purgar su pasado.
Aquellos que fueron
verdugos y hoy están en la horca del tiempo, sintiendo el apretón, como quien
puja para subir la escalera de peldaños eternos.
Aquel que se creyó que
era suyo el cargo como eterna su maldad. Olvidó a Jefferson decir: "Cuando alguien asume
un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública".
O quizás mal entendió lo
de esclavo y amo, creyendo ser el látigo y la autoridad del castigo. A él la sentencia de Lincoln: "Del mismo modo que no sería
un esclavo, tampoco sería un amo".
O verdugo cuyo reino duró
menos que la oportunidad de Cenicienta de ir a la fiesta. Hoy tu pesadumbre es sempiterna.
Oh maldad del tiempo, por qué
castigas tan fuerte a los muertos en vida.
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